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sábado, 2 de octubre de 2010

UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA, LICEO DE BATUCO,2006

UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA: DE LA CARENCIA A LA CREATIVIDAD
El Liceo Municipal de Batuco, ubicado en la localidad rural del mismo nombre, a sólo 30 km. de
Santiago, inauguró sus aulas durante el presente año. Si bien aún no obtiene el reconocimiento del Ministerio de Educación por no tener finalizadas las obras de construcción en el plazo estimado, diariamente recibe alrededor de 500 alumnos de escasos recursos, muchos de los cuales antes debían ir a estudiar a Lampa. En este establecimiento cuentan con computadores sólo para los administrativos.
Muy pocos de los escolares tienen equipos con Internet en sus hogares, y aunque hay un par de cíber cafés en las exiguas cuadras que conforman Batuco, suelen estar fuera de servicio por falta de señal. No obstante, se integran a las tecnologías a su manera y así lo ha entendido el profesor de Historia
Marco Saavedra, quien ha intentado volcar el tradicional uso de tecnologías, tomando en cuenta el contexto que viven sus alumnos, lo que hace que el objetivo y el tipo de tecnología que utilizan sean diferentes al de escuelas con otras realidades. Está consciente de que trabaja con jóvenes que muchas veces no tienen mayor motivación por el estudio, que no les interesan las notas, pues la mayoría no proyecta continuar con estudios superiores. Varios dejan el liceo en período de cosecha, sin saber si volverán el próximo año. Como primera reflexión, entonces, Marco dice que gran parte de su trabajo consiste en generar una relación de confianza y de credibilidad. “Si los chiquillos te creen, estás al otro lado, pero si no te creen, mejor dedicarse a otra cosa”. Para lograr aquello, afirma que tiene dos reglas de oro. “La primera es que yo los quiero, les doy a entender que les tengo cariño y se los digo derechamente”. La segunda, es que “si uno es un buen contador de historias, genera algo en los chiquillos, porque los cambias de tiempo y si lo haces con gracia, enganchan”. Desde esa perspectiva, Marco entendió que la misión de su clase no es enseñar “la Historia”, sino más bien hacer que los estudiantes “comprendan la sociedad”. Con todos estos argumentos es que Marco
Saavedra enfrenta las diferentes tecnologías como un modo para lograr motivar a sus alumnos y recrear ciertas realidades y situaciones, supliendo la falta de materiales tradicionales. “Por ejemplo, no tenemos mapa para enseñar geografía, pero cuando a los chicos les coloco el programa Encarta1 y ven proyectado el planeta en la pared, pueden percibir el movimiento giratorio y se asombran muchísimo.
Yo sé que esta actividad no tendría el mismo efecto en un establecimiento particular en plena ciudad, pero aquí les resulta novedoso”. Tampoco esta actividad se repite muy frecuentemente, porque al no tener equipos en el colegio, tiene que llevar su propio computador portátil y solicitar con varios días de anticipación el data show en la Corporación Municipal, y depender de la disponibilidad del mismo.
A veces son los mismos alumnos los que le demandan actividades más “entretenidas”, acusando aburrimiento y desinterés por la Historia. Ante ello, otra de las actividades que realizó recientemente con los muchachos de segundo medio, fue elaborar un video con las experiencias y relatos que trajera cada uno desde su hogar a partir de objetos antiguos o historias que les contasen sus padres o abuelos. De esta manera, con su pequeña cámara fotográfica digital, fue grabando du rante dos minutos y medio a cada uno. Con el nervio que significaba hablarle a una cámara y con algunos problemas técnicos de sonido, lograron reconstruir historias locales y familiares, entre las que se encontraban mitos como el de “La llorona” que narró Juan de Dios Torres:
“Mi abuela fue una de las primeras habitantes de Batuco. Y me contó que siempre escuchaban a una mujer llorando, pero que nunca la habían visto y se decía que era una señora a la que le habían matado a sus hijos y que los andaba buscando”.
Otros estudiantes contaron sobre lo diferente que eran las fiestas a las que iban sus padres, muchas de las cuales se realizaban de día, con jugos y galletas, lo que les causó mucha risaal compararlas con los “carretes” actuales. Hubo quienes rescataron historias relacionadas con el golpe militar.
En varias casas vivieron allanamientos y presidios temporales. Para otros fueron las diferencias en la educación lo que les llamó la atención. Por ejemplo, Marcelo Villalobos aparece en el video diciendo: “Mi mamá me contó que antes la educación era más estricta y que si no tenían zapatos para ir a la escuela, tenían que ir a pies pelados”. Por su parte, a Albert su abuela le contó los profesores andaban con una varilla de membrillo y que les pegaban en las manos cuando se portaban mal. Álbumes con fotos en blanco y negro, un reloj despertador a cuerda, libros, tocadiscos y vinilos fueron algunos de los objetos que llevaron para contar otras historias antiguas. Mientras los mostraban a sus compañeros y a la cámara, el profesor los hacía pensar sobre cómo habían evolucionado algunas tecnologías, como por ejemplo los discos. Al respecto, Alex Baeza opinó que los vinilos son de mejor calidad que los CD, porque éstos últimos se rayan con mayor facilidad y pronto se escuchan mal, mientras los otros, según él, tienen mayor duración. Mediante el uso de esta tecnología, el profesor Saavedra logró que los alumnos captaran distintos eventos de su historia cercana y que fuesen capaces de comparar estilos de vidas de épocas distintas. En este sentido, Marco opina que es mejor preparar uno mismo un material específico que someterse a lo que viene predeterminado en un software: “lo importante es cómo tú encadenas el material, es decir, cuál es el objetivo que andas buscando, cuál es el aprendizaje que tú esperas.
Teniendo claro eso uno tiene que utilizar los recursos disponibles, porque los recursos no sirven de nada si tú no les creas un sentido”. Y en la búsqueda de este sentido, para Marco Saavedra es fundamental llegar a sintonizar con la cultura de los jóvenes, entrar en su mundo y ser capaz de hablarles desde su mirada. Al respecto reflexiona: Ellos están desarrollando toda una cultura y el error que solemos cometer los profesores es que somos muy prejuiciosos. Nosotros tenemos un modelo estructurado de sociedad, y es el que tratamos de usar con ellos, a través de la educación, para modelarlos y meterlos en el sistema. El que ellos no escriban como escribe uno, el que no piensen como uno, no significa que no estén pensando ni creando su propio mundo; al contrario, ellos están construyendo códigos que nosotros prácticamente desconocemos y lamentablemente quedamos muy atrasados respecto a esta agilidad con la cual se mueven los chiquillos”. Tratando de acercarse a sus códigos y viendo que muchos de sus alumnos llegaban con mp3 o con discman a la sala de clases, se le ocurrió grabar en un CD varios relatos de un ciudadano inglés de principios de siglo. Luego hizo una copia para cada alumno, quienes debían elegir dos relatos y contarlos frente al curso. En otra ocasión, viendo que los estudiantes no mostraban mucho interés por leer La Araucana2 también les hizo una versión auditiva. Él cree que lo importante no es tanto cómo obtienen la información, sino más bien cómo la procesan y reflexionan sobre ella. Sabe que hay muchos profesores que se dedican a pedir ensayos sobre determinados temas y que después terminan calificando un trabajo que ha sido extraído en toda su textualidad en Internet. “Nosotros como docentes somos en gran parte responsables de cómo los chiquillos utilizan la tecnología. Hoy día, a través de Internet, hay un montón de información, pero está metida como en una licuadora. Es absolutamente razonable que ellos la ocupen como les parezca más cómodo, pero los profesores tenemos un rol en esto”, manifiesta críticamente.
En los diálogos que sostiene con sus alumnos también se ha dado cuenta de cómo algunos de ellos acceden a modernos celulares con cámara fotográfica, sin necesariamente pagar los altos costos que estos tienen en el mercado. “Le vendo un celular a 5 lucas. Son de ‘segunda mano’, le dijo una vez una escolar”, a lo que Marco respondió explicándole que lo que ella llamaba de ‘segunda mano’ era que correspondía a un artículo robado y que podía ir presa por vender esos productos. Conversaciones como esas le sirvieron para crear una actividad para pasar la engorrosa materia de economía. Les pidió a los jóvenes que idearan planes de celulares y diseñaran posibles formas de publicidad y venta. En definitiva, este profesor es de la idea de que hay que acercarse a la realidad de los jóvenes para buscar las maneras más apropiadas de generar un aporte a la formación que cada uno se merece. Si bien no utiliza diariamente las nuevas tecnologías porque su liceo no cuenta con los recursos necesarios, sí considera que hay que hacerse cargo de que gran parte de los jóvenes está entrando a este mundo de la computación, donde “te puedes encontrar con el paraíso o el infierno”, refiriéndose a la amplia gama de contenidos que hay en Internet. “Hay aspectos preocupantes como el alto consumo de pornografía, pero también se producen experiencias enriquecedoras como es la tolerancia que logran al comunicarse por chat con personas que no conocen, donde no importa la raza, el estrato económico o las características físicas. Así también hay que entender que muchas veces logran sentir el placer y la compañía que escasea en sus hogares”. Finalmente, expresó que hay que tomar en cuenta que muchos de los profesores chilenos tienen 44 horas de clases semanales, con más de cuarenta alumnos, por lo que no basta con pedirles que utilicen educativamente las tecnologías, sino que habría que crear las condiciones adecuadas y hacer un trabajo de encantamiento con los docentes.

1 Enciclopedia interactiva multimedial.

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